MUNDIAL Mundial 2014 - 

Aldea indígena cerca de Manaos recibe a visitantes

ALDEA INDÍGENA TATUYO (AP). El sonido de una lancha que se aproxima provoca que los habitantes de esta aldea junto al río salgan para saludar a sus visitantes. Los indígenas llevan plumas en la cabeza, taparrabos y faldas de hierba.

Sobre las cabezas de dos mujeres están posados sendos monos, que se aferran a mechones del cabello como si de éstos dependiera la preciada vida.

A 40 minutos en embarcación desde Manaos, sobre el Río Negro, la gente de la Aldea Indígena Tatuyo está muy distante del espectáculo global que alberga esa ciudad sede de la Copa del Mundo. Aquí, en medio de la exuberante vegetación de la selva amazónica, dos mundos se encuentran, se sonríen mutuamente e intercambian fotografías para el recuerdo.

La comunidad de chozas con techos de palma es hogar de nueve familias que se mudaron a un terreno ribereño hace unos 15 años, desde las profundidades de la jungla, cerca de la frontera entre Brasil y Colombia. Aquí, los aldeanos llevan una vida sincrética, que preserva las tradiciones ancestrales de sus tribus y disfruta algunas ventajas de modernidad.

Cazan jabalíes, venados, los grandes roedores conocidos como capibaras y otros animales silvestres. Pescan en las oscuras aguas del río y cultivan mandioca u otros productos, como forma de sustentarse. Las visitas de los forasteros aportan recursos complementarios, y los aldeanos esperan que antes de que concluya el Mundial en Manaos, algunos fanáticos del fútbol, procedentes de todo el mundo, hayan llegado para echar un vistazo a su forma de vida.

El último cotejo previsto en Manaos se realiza el miércoles, entre Honduras y Suiza.

Aunque normalmente visten pantaloncillos, camisetas y sandalias de hule al igual que muchos residentes urbanos en Brasil, los aldeanos se ponen su atuendo ceremonial más fino para recibir a los turistas. Los hombres y niños usan taparrabos decorados en la parte posterior con hojas recién cortadas. En los tobillos, llevan brazaletes fabricados con vainas que hacen ruido al caminar.

Las mujeres y las niñas visten faldas de pastos secos.

Todos llevan pintura en el rostro, la cual se derrite con el sudor durante una ceremonia de cantos y danzas rítmicas. La celebración se realiza en la casa central de la aldea, un espacio oscuro donde el olor del humo es penetrante. Los visitantes toman fotos y una parte de ellos se une al baile, para deleite de los niños.

Otros turistas intentan que los monos se suelten de la cabeza de sus amas y se posen en las propias, pero rara vez tienen éxito. Algunas veces, los visitantes se unen a partidos de fútbol "unisex", la diversión predilecta en la aldea.

Después de casi una hora, los turistas pagan una módica tarifa —generalmente entre 5 y 10 dólares por persona dependiendo del tamaño del grupo— y vuelven a abordar la embarcación.

"Es bonito tener visitantes", dijo Cecilia Godinho, integrante de la tribu Guanano, cuyo marido fundó la aldea después de acompañar a un pariente enfermo al hospital en Manaos. "Aprendemos de ellos y espero que ellos aprendan de nosotros también".

FUENTE: JENNY BARCHFIELD (Associated Press)